sábado, 10 de enero de 2009

VIA LIBRE PARA LA DELINCUENCIA

No es ninguna novedad lo que leerán en este artículo (por lo menos para los que alguna vez hayan visitado algún país limítrofe), pero es algo que no deja de sorprender.

Una de las ventajas del MERCOSUR, es que solamente se requiere del DNI o la cédula para ingresar a cualquier país asociado, pero debo informarles que ni eso hace falta. En la frontera con Uruguay, más precisamente en la unión de Colón-Paisandú, no hay ningún tipo de control a aquellas personas que van de un país a otro.

Solamente hay un simulacro de operativo fronterizo que sólo sirve para lentecer el trámite que debería completarse en pocos minutos. Pero con los rencores a flor de piel en nuestros vecinos orientales por los cortes de ruta en Gualeguaychú por la instalación de la pastera Botnia, los oficiales a cargo del “control” para el ingreso a Uruguay, se encargan de que el traspaso se haga tedioso, dejando pasar una cantidad determinada de autos por hora.

Al margen de esta actitud que sólo genera disgustos y alienta odios y un superficial patriotismo, lo llamativo y reprochable es que no se fiscaliza quien sale ni quien entra de un país a otro, con los riesgos que ello genera. Literalmente, el tráfico de drogas, la trata de blancas, o cualquier otro delito con trascendencia internacional, tienen vía libre con este defectuoso e inoperante control fronterizo.

Nadie cargó en alguna computadora los datos de las personas que salieron de Argentina, (en mi caso los cinco integrantes de mi familia), ni chequeó que las personas que figuraban en la planilla que te hacen completar con tu nombre completo y DNI coincidieran con las que estaban en el auto.

Usted dirá, pero bueno, al menos revisan los equipajes para ver si no se saca del país algo prohibido, pero no, nada de eso se hace en la frontera. Tranquilamente podríamos haber llevado un cargamento con Efedrina por decir un ejemplo, y nadie lo habría notado.

Los sueños de integración regional que proponen los acuerdos multilaterales en nuestro continente, no implican un total desprecio por la seguridad y las leyes nacionales.

Es inadmisible que una cosa así pase en el siglo XXI, donde los delitos trascienden las fronteras y cada vez hay más grupos delictivos que se organizan en varios países.
La Holliwoodense historia que relatan desde el país hegemónico del norte acerca de celulas terroristas que estarían formándose en este costado del planeta, gana verosimilitud con deficiencias tan profundas en cuestiones básicas de seguridad en las fronteras.

No es mejor la situación en la frontera entre Uruguay y Brasil, en las localidades de Ribera y Santana do Livramento, por lo que la luz de alerta no sólo debería prenderse en nuestro país.

Para que nuestro continente progrese y se posicione de igual a igual frente al mundo “desarrollado”, es necesario que los lazos entre las naciones se refuercen, pero esto no justifica un total desprecio por la seguridad internacional, algo que debería estar garantizado como primer paso para lograr el ansiado bienestar latinoamericano.